THE GARDEN · Siân Davey
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«¿Por qué no llenamos nuestro jardín trasero de flores silvestres y abejas, y a la gente que nos encontremos por encima del muro del jardín la invitamos a pasar para que la fotografíes?». Esto es lo que anunció mi hijo Luke en la cocina, en pleno invierno, con nuestro jardín trasero abandonado desde hacía al menos diez años. Yo estaba sentada a la mesa de la cocina, guiando a una familia sumida en una profunda crisis.

Lo que vino después fue una peregrinación: un acto continuo para cultivar un espacio basado en el amor, una ofrenda reverencial a la humanidad. Esto es lo que se convirtió en El Jardín. 

En un breve espacio de tiempo, trabajamos intensamente para limpiar nuestro jardín, descuidado durante mucho tiempo. Durante el proceso, investigamos intensamente las flores autóctonas, el suelo y la biodiversidad. Nos abastecimos de semillas orgánicas locales y sembramos bajo los ciclos lunares, de forma biodinámica.

Rezamos por el camino. Invitamos a los polinizadores y a los espíritus de la naturaleza. Luke y yo compartimos obsesivamente nuestros sueños, percepciones y visiones. Invocamos a nuestros antepasados para que apoyaran y reforzaran nuestra visión. Recogimos historias de las personas que conocimos en el muro del jardín mientras trabajábamos, que pronto se convirtió en un espacio íntimo y confesional. 

Después vimos cómo emergían las flores, que aparecían silenciosamente por todos los rincones del jardín. Gordolobo, ulmaria, zanahoria silvestre, girasoles gigantes y miles de amapolas y acianos. Construimos estructuras para que treparan calabazas, tromboncinos y guisantes de olor. 

Y a medida que las flores se abrían, llamaban a la comunidad: madres e hijas, abuelos, solitarios, marginados, adolescentes, nuevos amantes, personas con el corazón roto y aquellas que habían ocultado toda una vida de vergüenza. Se envolvieron en la historia del jardín, creando y participando en la historia por igual. 

A medida que evolucionaba, el jardín se convirtió en una expresión de alegría, interconexión, anhelo, sexualidad y desafío. El jardín se convirtió en una metáfora del propio corazón humano.  

Los que entraban en el jardín me devolvían el reflejo de mi historia y de en quién me había convertido.

Todo el mundo tiene un lugar en nuestro jardín. Yo soy el jardín. Los que entran son el jardín. Sin distinción, sin separación. 

34 x 26 cm
Tapa dura forrada en tela impresa
112 páginas
80 ilustraciones en color
Edición en inglés